Título original: BRZRKR#1
Editorial: Boom!
Año: 2021
Guion: Keanu Reeves, Matt Kindt
Dibujo: Ron Garney
Color: Bill Crabtree
Grado: B-
Reseña: Hugo C
El cómic que voy a reseñar apenas ha salido a la calle esta semana y sin embargo ya lleva al menos seis meses siendo mencionado en las redes sociales, generando anticipación en los fans y resentimiento en algunos creadores debido a que con apenas unos pocos días en Kickstarter logró reunir el dinero que a otros con suerte y viento a favor les suele llevar meses. Todo esto se ve multiplicado debido al nombre de Keanu Reeves, que está ligado a este proyecto desde su incepción. Reeves, a quien uno conoce más por su labor actoral que por su afición al cómic, figura prominentemente como creador y, junto a Matt Kindt (Justice League of America, Spider-Man), como guionista de este relato acerca de un ser inmortal que se ocupa de las misiones imposibles que el gobierno le encarga. La pregunta del millón es: ¿qué tan bueno (o qué tan malo) es este primer número de BRZRKR?
La respuesta breve, y por supuesto, limitándome a este primer número, es que sí, es bueno. Del 1 al 10, un 6 sólido. No es malo, no es regular, pero no es (aún) excelente. Eso sí, no es para cualquiera. Si no te gusta la violencia pura y dura, sin chascarrillo ni atenuante alguno, este cómic no te va a interesar. Desde el título, BRZRKR promete ferocidad descontrolada y cumple con esa promesa. Esto no es Lobo, no es Deadpool. O tal vez sí sea Deadpool, pero en su versión cinematográfica y viendo la película con el volumen en cero. Aquí no hay humor, no hay elegancia, no hay frases ingeniosas a lo James Bond. En todo caso si algo hay, es economía.
Vamos a lo básico: BRZRKR es un cómic violentísimo, pero dibujado con solvencia y relativo buen gusto por Ron Garney (Hulk, Daredevil, JLA, Captain America), en un estilo que, si bien es muy personal, en algunas viñetas me recuerda al Frank Miller de Sin City, pero más que nada, al argentino Jorge Zaffino (Nippur de Lagash, Punisher, Savage Sword of Conan), con su aparente sencillez que le da prioridad a la composición de las páginas y realza el dinamismo del conjunto. Garney tiene oficio y se nota en cada trazo.
En cuanto a la historia… es exactamente lo que dice en la lata, aunque el guión de este primer número es extremadamente mezquino con los textos y los diálogos ya que el énfasis está en la acción, en mostrar lo imparable y sanguinario que es el protagonista, a quien no le importa quemarse en una explosión o que le vuelen la nariz de un tiro mientras se encarga de reducir a sus enemigos a una pulpa sangrienta a puro golpe de puño, sin prisa pero sin pausa.
Y acá retomo el tema de la economía: el protagonista ahorra palabras, discusiones, razonamientos, monólogos interiores. No se trata de hostilidad, sino de cansancio: uno diría que en su extensísima existencia ya ha agotado todas y cada una de las líneas de pensamiento posibles. Lo mismo sucede con su estilo de lucha: ya no hay florilegios ni refinamientos, sólo golpes brutales pero efectivos, y si con uno no te mata, te dará dos, tres, cuatro, los necesarios hasta que tu cráneo se desintegre en una fina neblina roja.
Así que lo que tenemos aquí tal vez sea un Conan, pero inmortal; un Vandal Savage, pero sin ambiciones de poder; un Mort Cinder, pero brutal y con sobredosis de esteroides. Alguien que puede matar a otros pero que no puede terminar con su propia vida. De las 40 páginas netas de cómic de este primer número (es decir, descontando portadas, retiraciones y publicidades), 30 se van en mostrarnos lo que es "un día en la oficina" para el protagonista, el antes y el después de un combate brutal que culmina en la ejecución del presidente de un país latinoamericano apócrifo. Las 10 páginas restantes nos permiten acompañarlo, ya terminada la misión, en su proceso de reparación física y mental.
La parte física consiste en parches, suturas e inyecciones –no tanto para restaurarlo, sino para
acelerar esa restauración y tener listo al verdugo para su próxima carnicería–, mientras que la mental es una suerte de terapia psicológica de pacotilla, con una terapeuta que tal vez tenga alguna incidencia en próximas entregas. Uno espera que los guionistas eviten caer en la obviedad de usarla como interés romántico o como emisora de alguna torpe jerga pseudocientífica, y se sigan jugando por el lado de lo visceral, como en este primer número, que logra eludir algunos de los muchos lugares comunes del género simulando ahogarse en ellos. Hasta aquí, la cosa pinta bien, pero ya se irá viendo cómo continúa y en dónde desemboca.
Un detalle interesante: el dibujo de Garney plantea al protagonista (y me refiero a él así ya que aún no se menciona su nombre) como una especie de Keanu Reeves más musculoso, así que ya sabemos cómo viene la mano si es que llegase una eventual adaptación al cine. Tal vez Reeves, que al fin y al cabo es otro lector de cómics, pretenda emular la historia de Samuel L. Jackson, quien pasó de ser el Nick Fury del cómic de The Ultimates (dibujado por Bryan Hitch) en 2002 a encarnarlo para el MCU algunos años más tarde. Por lo pronto, es innegable que viene haciendo las cosas bien: se ha blindado rodeándose del talento de un buen coguionista y un buen dibujante, ambos con muchos años de experiencia en el medio, así que si los escucha, no hay modo de que BRZRKR termine resultando un mal producto.
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